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Los números arábigos, también llamados números indoarábigos, son los símbolos más utilizados para representar números. Se les llama «arábigos» porque los hispanoárabes de Al-Ándalus los introdujeron en Europa a través de la Iberia colonizada, aunque, en realidad, su invención surgió en la India. Fuente: Wikipedia.

Junto con la rueda, los números arábigos han sido una de las ideas más brillantes y exitosas de la humanidad. Un sistema que, desde el siglo VII, ha sido capaz de sustituir la mayoría de sistemas numéricos del mundo y convertirse prácticamente en hegemónico. Las antiguas numeraciones actualmente sobreviven solo como vestigios dedicados a los números cardinales o parte de alfabetos encaminados directamente al olvido. Sin embargo, en el siglo XIII, Europa aún no se había rendido del todo a estos maravillosos números de origen indio.

Y digo «del todo» porque, aunque, finales del siglo IX, el monje riojano Vigila los incluyó el Codex Albeldensis, su enorme compendio ilustrado de historia, geografía y cultura de la España de la época, la adopción fue más lenta de lo razonable y hasta bien entrado el siglo XV muchos países los ignoraban de manera deliberada. De ahí que John Basing tuviera la necesidad de encontrar una notación numérica más sencilla que los números romanos . No hay que olvidar que la orden cistercense del siglo XIII tenía 694 monasterios masculinos y casi 800 femeninos.

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