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Cursilerías dirigidas a Eva Braun y despectivas expresiones hacia los capitostes nazis salen de la boca de Adolf Hitler gracias a un nuevo software de lectura de la labios que ha permitido dar voz a las cintas domésticas del Führer.

Confiado en la mudez del cine casero de la época, Hitler se despacha relajado en su íntima banalidad, lejos de la estridente oratoria y de la parafernalia de sus discursos.

Las cintas, filmadas en su mayoría por su Eva Braun, recogen momentos intrascendentes en el retiro alpino de Berghof. Un desarrollo informático de la tecnología de lectura automática de labios ALR), aplicada por Frank Hubner, experto en reconocimiento del habla, ha logrado descifrar las conversaciones.

El ordenador reconoce las formas que dibujan los labios, incluso desde ángulos oblicuos, las transforma en sonidos y éstos son confrontados con un diccionario. La transcripción leída posteriormente por actores da pie al documental El mundo privado de Hitler, que emitirá el Channel 5 británico.

«Imagina mis problemas»

«Le miré a través de la mesa del comedor y entonces supe que lo que dicen es cierto, que los cerdos comen la carne de los suyos», se oye decir al dictador nazi del gordinflón Goering. Hitler resulta más dulce con su prometida Eva. «¿Para qué estás filmando a un hombre viejo? Yo debería filmarte a ti», le dice en una ocasión, y en otra: «Hablas de un vestido que no te sienta bien... Imagina mis problemas».

Adolf Hitler hace bromas y habla de su gran afición al cine (incluso le gusta Mickey Mouse). Al Führer no se le escapaba el potencial del nuevo arte y comenta que «cada familia alemana debería tener una cámara; cada aspecto del crecimiento de la nación debería ser capturado». Luego, leyendo a unos niños y jugando con ellos, dice al más cercano: «Eres un niño valiente. Un día serás un buen soldado».

La trivialidad de muchos diálogos no deja de producir escalofríos, como cuando Heinrich Himmler habla con Heydrich, su segundo en el aparato policial nazi: «Estoy muy ocupado con ese proyecto». Quizás no se refería a nada singular, pero ambos tenían entre manos la Solución Final judía.

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