
A finales del 1944 comenzaron a registrarse una serie de incendios y extrañas explosiones a lo largo de la costa oeste norteamericana. Los avistamientos de unos extraños globos
habían despertado las alarmas del ejército americano. Supuestamente,
eran japoneses, pero nadie sabía desde donde eran lanzados. Unos creían
que los soltaban desde submarinos y otros que eran la obra de algún norteamericano de origen japonés renegado. Los americanos encontraron el primer globo el 4 de noviembre de 1944,
en el mar, cerca de San Pedro, California. Al día siguiente algo
parecido a un paracaídas fue visto descender en Themopolis, Wyoming,
más de 1.000km tierra adentro. Días después, otro globo fue derribado
por un caza en Santa Rosa, California, y otro más, visto en Santa
Mónica.
Para comienzos de 1945 no había duda, algo raro estaba sucediendo. Los avistamientos de globos se extendían ya por toda la costa oeste
norteamericana, desde la frontera mejicana hasta Alaska, y lo peor es
que su amenaza no sólo se limitaba a la costa, sino que algunos de
ellos se habían adentrado tierra adentro. Uno de ellos se quedó a tan
sólo 15km de Detroit.
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